jueves, 13 de junio de 2013

Del antifaz a la corbata

Que sería más o menos lo mismo que decir: de la Serranía de Ronda a La Moncloa.

Sí señores, ésta es la triste realidad. En otros tiempos existían personajes como nuestro querido Curro Jiménez, que aunque personaje ficticio, estaba basado en un personaje real llamado Andrés López, el Barquero de Cantillana, al que por unos pleitos con la justicia, le fue arrebatada su profesión de barquero y tuvo que huir al monte.

Nuestro querido Curro era un bandolero, sí, pero un bandolero entrañable, con corazón, que se jugaba el pellejo para defender a los pobres y desamparados. Él luchaba para arrebatar a los ricos y señoritos, todo aquello que éstos habían conseguido explotando a los más pobres y necesitados. Podemos decir que representaba la justicia del pueblo, del pueblo llano, ése que no sabe lo que es ganar un pedazo de pan si no es con el sudor de su frente. Cuando llegaba a sus oídos una injusticia, una explotación del jornalero, un maltrato o cualquier tropelía por el estilo, allá que acudía presto cabalgando raudo por las serranías andaluzas. Además también era un patriota, luchaba sin descanso contra los invasores franceses para echarlos de nuestra Andalucía y de nuestra España.

Todo un personaje, honesto, justo y admirable, sí, aunque fuera un simple bandolero.

Pero amigos hoy los tiempos han cambiado, y los bandoleros ya no se esconden en las montañas o en los bosques, no qué va, ahora viven en lujosos pisos en la zona noble de las ciudades, como Madrid, en lujosas urbanizaciones de élite, protegidos por personal de seguridad por si acaso a algún pobre desahuciado se le ocurriera ir a decirle que es un chorizo.

También tienen por costumbre afiliarse y trabajar en partidos políticos, especialmente el popular, en el que la cueva de Alí Babá a su lado, sería un simple mercadillo de emigrantes o trabajadores del top manta. Tampoco se esconden de la justicia ya que ésta, si es que llegara a condenarles, sería con penas tan insignificantes que el indulto posterior estaría más que asegurado.

En cuanto a las características que adornaban a Curro Jiménez, nada más alejado de ello que los actuales bandoleros. Ellos no se lo quitan a los ricos para devolvérselo a los pobres, nada más lejos, ellos al contrario explotan y le roban a los pobres para que los ricos lo sean cada día un poco más. Les rebajan los salarios, facilitan los despidos, les ponen muy difícil la educación para que no aprendan, les recortan la sanidad a ver si duran menos tiempo vivos, y finalmente si los pobres han ahorrado algunos dineros a lo largo de su vida, cosa que para los ricos no se puede consentir, rápidamente se ponen de acuerdo con sus amigos banqueros para que les coloquen unas pocas preferentes.

Además no son patriotas como nuestro querido Curro, porque éstos de hoy en día, por una parte se llevan todo el dinero que pueden lejos de nuestro país, a esos paraísos fiscales que tanto les gusta, y además se someten sin ningún reparo a los dictados de personajes extranjeros y oscuros que mandan más que los millones de votos que nosotros podamos introducir en las urnas.


Sí señores, el antifaz ha sido sustituido por las corbatas y los gemelos, y las cuevas de los montes por chalets, golf e impartición de conferencias magistrales. Así va el mundo, y así vamos nosotros.

miércoles, 12 de junio de 2013

Poliketing

Cuando yo daba clases de marketing a tiernos chavales de 18 años, (ahhhh, qué tiempos aquellos en los que había trabajo y en los que podías transmitir a los jóvenes la ilusión por ser buenos profesionales y llegar a lo más alto por tus conocimientos y preparación), recuerdo que en los primeros días de cada curso, las primeras lecciones versaban sobre el concepto del marketing, lo que es y hace el marketing, y lo que representa para la sociedad.

Veíamos con atención las diferentes definiciones y concepciones del marketing establecidas por los más famosos expertos y gurús en el tema, definiciones y concepciones que se basaban siempre en teorías de mercado, teorías sociológicas, teorías económicas y teorías de comunicación. Así veíamos cosas como que el marketing era acercar los productos a los mercados, descubrir necesidades de las personas y satisfacerlas, a veces crear necesidades nuevas y productos adecuados para ellas, investigar hábitos y costumbres de las personas para desarrollar los productos y servicios que les procuren una mejor calidad de vida, etc, etc.

Siempre, claro está, había un trasfondo en todas estas afirmaciones, de empresas que desean vender sus productos, para lo cual tienen que descubrir o “inventar” los mercados necesarios y apropiados que los compren. En definitiva, una legítima y honrada, aunque no siempre era así, transacción en la que unos reciben algo que piensan o creen que necesitan, y otros reciben una contraprestación económica que mantiene vivos sus negocios y productos.

Tras todas estas definiciones y conceptos escritos y admitidos por la sociedad, finalmente yo aportaba mi particular concepto del marketing. Les decía por tanto que para mí el marketing no era otra cosa que “sentido común”. Sentido común aplicado a la observación de las personas y a la evolución social para tratar de conocer qué desean, qué necesitan, qué cosas les hacen falta, y con todos ello, intentar disponer de los productos y servicios necesarios para cubrir todas esas necesidades y anhelos. Con una premisa fundamental, siempre con la verdad por delante, porque si bien es cierto que hay quien piensa que crear necesidades que no existen es engañar, yo creo que no, creo que crear necesidades es ser lo suficientemente creativo e imaginativo como para lograr descubrir lo que las propias personas aún no han descubierto de sí mismos.

Pero amigos, eran otros tiempos, tiempos en los que se funcionaba con la economía productiva, esa que crea riqueza a través de los bienes y servicios que produce. Ahora esta economía ya no está de moda, esta economía se ha quedado para los pobres pardillos que no saben, no quieren o no pueden especular, ahora lo que se lleva es la economía especulativa, esa en la que sin producir absolutamente nada, es capaz de enriquecer a unas pocas personas simplemente moviendo dinero de un lado a otro, y en muchas ocasiones, dinero que ni siquiera les pertenece.

También eran los tiempos de la política “de la población”, aquella política en la que los políticos se preocupaban, o al menos no despreciaban tan claramente como ahora, a los ciudadanos que les daban su confianza.

Por eso me cabrea oír tantas veces cuando los políticos nos engañan una y otra vez, que son operaciones de marketing. No señores, el marketing es algo mucho más bonito, mucho más honrado y mucho más útil y necesario para la sociedad, que la simple y barata propaganda que ustedes hacen.


Y a los señores periodistas y tertulianos varios que comentan y saben de todo, por favor les pediría que no manchen el nombre del marketing, llamenle propaganda y si quieren simplemente, llamenle “POLIKETING”.

domingo, 2 de junio de 2013

La verdad y el deber

Decía días atrás un experto en comunicación, que lo fundamental para comunicar es básicamente “decir la verdad” y además “decirla a tiempo”. No puedo estar más de acuerdo.

Dice el refranero popular que “la verdad duele”, pero en mi opinión esto no es más que un falso consuelo sobre todo para aquellos que no suelen vivir en verdades sino en hipocresías y falsedades. Es cierto que a veces no conviene decir toda la verdad, a veces hay que hacerlo en pequeñas dosis, especialmente con aquellas personas que son demasiado sensibles o demasiado susceptibles, pero al final, queramos o no, siempre la verdad acaba abriéndose paso, aunque sea contra viento y marea.

Desgraciadamente estamos en un mundo en el que la verdad no está de moda, la gente parece que no quiere decir ni oír la verdad, y prefiere vivir en un mundo falso de mentiras que les proporcionen mejores réditos sociales, laborales y económicos, aunque a la larga la degradación ética y humana les pase factura al final del camino. Parece ser que es mejor vivir en la mentira y el engaño y arrepentirse al final del camino, que vivir en la honradez y la verdad, aunque bien es cierto que de ésta última forma sueles encontrar bajo tus pies todas y cada una de las piedras del camino, y algunas más. A los que dicen y defienden la verdad no les suele ir muy bien en éste mundo materialista y falso en que vivimos.

Pero lo que es más alucinante, y lo estamos viendo cada día, es la inmensa capacidad de los políticos que nos gobiernan para mentirnos todos los días, con el mayor desprecio hacia nuestra inteligencia. Nos mienten, se mofan de nosotros, nos chulean y no se les cae la cara de vergüenza ni se inmutan lo más mínimo. Les da igual, ellos con tal de tener el poder y el mando, hacen lo que sea, incluso el ridículo más clamoroso, sin sonrojarse y encima creyéndose que son los mejores y más capaces.

Y ya lo último de lo último es oír a un presidente decir sin pudor que no está cumpliendo su programa electoral, ese programa que sus votantes creyeron y para el cual le dieron la mayoría, y que es consciente de ello, pero que no lo cumple porque lo que está haciendo es “cumplir con su deber”. Y lo dijo tan tranquilo y sin plantearse siquiera coger de inmediato los bártulos e irse a su casa.

Porque yo pregunto, si cumplir con lo que uno ha prometido y con lo cual ha obtenido la confianza de los ciudadanos no es el deber de un gobernante, ¿cuál entonces es su deber??. Por lo que deduzco, su deber es básicamente hacer lo que le dé la gana, antes, ahora y después, con el permiso por supuesto de aquellos que manejan todos los hilos, y que le tienen cogido por donde todos sabemos.