Muchas
veces en la vida no se sabe muy bien como comienzan las historias personales,
cuál es el punto crucial en el que de una forma u otra se encuentra uno en el
inicio de un camino que generalmente suele marcar el resto de su vida.
Existen múltiples ejemplos de personas que tenían muy
claro cuáles iban a ser los pasos a dar, cuándo los iban a dar, de qué forma y
qué cosas deberían pasar en cada momento. De éstas las hay que consiguen que su
vida transcurra de una forma algo aproximada a lo que tenían planeado, aunque
en general la mayoría entra en esa gran bolsa de gente en las que su vida se
transforma en una existencia cuyo principal y generalmente único parecido a lo
que pensaban consiste en que su nombre sigue siendo el mismo que en el inicio.
Existen
por otra parte personas que se van adaptando a los vientos que van soplando a
su alrededor con una capacidad camaleónica, y que van adaptando sus ambiciones
a las condiciones reinantes del entorno, a la par que se van convenciendo a sí
mismos de que su trayectoria se va desarrollando conforme a lo que tenían
pensado en sus inicios.
Como
idea general podemos afirmar que en la mayoría de los casos, en el principio de
las personas suele haber “principios”. Raro es el ser que desde temprana edad
pueda carecer de principios, como raro es igualmente el ser que llega al ocaso
de su existencia manteniendo esos mismos principios. En general los principios,
de la misma forma que la vida en sí misma, van variando a lo largo de los años
y se van transformando en los principios de cada uno. Así los “principios
generalmente aceptados” como podríamos denominarles caso de que estuviéramos
hablando de la contabilidad y la auditoría contable, se van transformando, como
también ocurre muchas veces en las finanzas, en “los principios de cada uno”
que deben ser aceptados por los demás. De ésta forma los elementos de la
conducta humana se convierten en un galimatías en el que podemos decir que
“generalmente nadie está de acuerdo con nadie”.
Los
principios que podríamos denominar “humanos” que engloban todos aquellos que
tienen que ver con la vida básica de las gentes, es decir, solidaridad,
comprensión, ayuda al prójimo, convivencia pacífica y que componen la parte
inmaterial e intangible de la naturaleza humana, van desapareciendo de una
manera directamente proporcional a la aparición de los principios tangibles y
materiales con los que la evolución de la sociedad nos va ornamentando a cada
uno de nosotros. Estos principios cuyos exponentes fundamentales son el dinero,
el poder y la gloria terrenal, van asediándonos y cercándonos dondequiera que
se desenvuelva nuestra existencia, y excepto aquellas personas cuyos principios
humanos están muy asentados, bien por su forma de ser, por su educación o por
un aprendizaje basado en un buen grado de inteligencia, el resto se ve
finalmente vencido y en general su grado de elevación a éstos principios suele
estar directamente relacionado con su grado de cinismo, hipocresía, egoísmo,
agravados en algunos por una elevada ignorancia y carestía de inteligencia.
A mí
me enseñaron desde que tengo uso de razón, algunos principios básicos de la
vida que, con el pasar de los años, vas moldeando y adaptando a tu mundo
particular y a tu forma de entender la vida y desenvolverte en ella. Algunos de
esos principios no tardé mucho tiempo en dejarlos aparcados en ese saco de
lastre innecesario y de "bagaje-que-no-te-pertenece", aunque te lo hayan tratado
de infundir en lo más profundo de tus neuronas, tan pronto como comencé a tener
un inicio de criterio propio sobre algunas cosas de éste mundo. Otros en cambio
los he mantenido asentados en lo más profundo de mi ser, pensando, inocente de
mi, que se trataba de principios que toda persona “humana” los consideraría
igual que yo. Y esa constancia no ha sido debida a ninguna otra razón más que a
mi profundo convencimiento de que la única filosofía vital es aquella de “vive
y deja vivir”, es decir, vive tu vida como creas que debas vivirla de acuerdo a
tus ideas e ideales, y deja que los demás hagan lo mismo con las suyas. Claro
que no contaba con un elemento básico en ésta simple ecuación, a saber,
aquellos que su forma de vivir la vida consiste única y exclusivamente en que
los que están a su alrededor no vivan la suya propia o bien que vivan la vida
tal y como esas personas les dicen que deben vivirla.
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