lunes, 19 de marzo de 2012

Los segundos inteligentes


No estimados lectores, este post no tiene nada que ver con que las personas tengamos unos segundos de tiempo inteligente al menos una vez cada día, aunque a muchas personas sería mucho pedirle incluso que lo tuvieran una vez solamente en toda su vida, ya que muchos de ellos y no crean que de escasa formación y capacidad, sino personas aparentemente formadas y con puestos y cargos de altura y responsabilidad, nacen, permanecen en la vida y se van de la misma sin haber disfrutado nunca de ese segundo mágico de inteligencia, por mucho que muchos de ellos se crean los más inteligentes del mundo.

No, aunque el título del post pueda llevar a engaño, la cosa no va de tiempo y de inteligencia. De lo segundo sí, pero de lo primero no. Vamos a ver si consigo hacerme entender.

En primer lugar está bien aclarar que me voy a referir al mundo de la política, ya que es el que actualmente nos tiene a todos con el corazón en vilo día tras día, esperando ver qué hacen unos y otros para orientar o desorientar nuestros destinos.

Resulta evidente y es algo que todos vemos, que cuando una persona va adquiriendo notoriedad en su ámbito y círculo político, la lógica consecuencia es que va escalando peldaños en la organización o ámbito en el que desarrolla su actividad, ya sea a nivel local, autonómico o nacional. En esta escalada va ocupando, por méritos propios se supone y por los designios de quien ocupa cargos superiores, puestos de cada vez mayor altura y responsabilidad, ya sea en su organización o partido si es que éste no está en el poder, o en puestos institucionales, si su partido tiene las llaves del poder en ese momento.

Durante este trayecto van apareciendo y desapareciendo personas y personajes de lo más variopinto, y en una gran cantidad personas con los más extraños y oscuros intereses. Siempre y como en casi todas las circunstancias de la vida suele haber personas buenas, con buenos principios y fundamentos, pero desgraciadamente son pocos ya que la buena gente suele ser apartada, relegada y pisoteada, bien por su inocencia y honradez o bien por no plegarse a un intercambio de intereses con los que no están de acuerdo. Por lo general los que abundan más son las personas malas, sin principios y sin fundamentos, que son aquellas que siempre se arriman al sol que más calienta.

Estos políticos que van ascendiendo posiciones, van adquiriendo como decía más importancia e influencia en todo aquello que hacen y dicen, y se produce un fenómeno curioso y contraproducente que consiste en que cuanto más alto suben, más se van alejando de la realidad social, y más se va cerrando un estrecho círculo de personas a su alrededor que no siempre actúan de la forma correcta. Por razones de seguridad y de control, el político que está en la cima se encuentra prácticamente aislado de la vida real, está rodeado de fuerzas de seguridad, de consejeros, de aduladores, y de personas “conseguidoras” tratando de obtener cualquier ganancia personal. Dejando a un lado a aquellos que se dedican y tienen como tarea la protección y seguridad del político en sí, el resto constituyen ese heterogéneo grupo que yo englobaría en el término de “los segundos”.

Y en este grupo es en donde en general suelen existir los problemas, ya que en un porcentaje bastante alto, siempre suele estar formado mayoritariamente por personas mucho más exaltadas, más fanáticas y más extremistas que el propio político, y que como son el cortafuegos natural del  personaje, son los que filtran y deciden las cosas que le llegan a sus oídos. Ahí es donde está el gran peligro, ya que se produce una distorsión de la realidad y el político acaba formándose una idea de las cosas que dista mucho de lo que en realidad son.

En este grupo de “segundos” es donde las personas, por su afán de ser el más importante a ojos del jefe, o de obtener privilegios personales, o de conseguir una cuota de poder más alta que la de otros, es donde existe el peligro para la sociedad. Y este grupo lo forman todos esos aduladores, voceros, medios de comunicación y demás personajes que, sin dar nunca la cara, son capaces de torcer y fanatizar cualquier asunto y cualquier realidad cotidiana.

Los personajes y políticos deberían saber rodearse de “segundos inteligentes” porque sería la única manera de que a todos nos fuera mejor en la vida. 

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