Hemos conocido hace un
par de días la noticia de una desgracia, envuelta con aditivos de causas
extrañas y comportamientos humanos incalificables.
Hace unos días se hundió
en la costa italiana un crucero, un enorme barco de recreo con varios miles de
personas a bordo entre tripulación y pasajeros, que chocó contra las rocas por
una irresponsable decisión de su capitán que parece ser que quería navegar
cerca de la costa por algún interés particular. Aunque las causas últimas y las
investigaciones se producirán a lo largo de los próximos meses, hay una serie
de cosas que parece que están bastante claras.
En primer lugar una
irresponsable decisión de navegar tan cerca de la costa con el consiguiente
peligro para la nave, cosa que el capitán del barco debería conocer y que por
lo visto le importó bastante poco.
En segundo lugar un
primer engaño cuando se produce el accidente, comunicando a los pasajeros y a
los responsables de costa, que lo único que pasaba era que se había producido
un problema eléctrico que no tenía mayor importancia.
En tercer lugar un
comportamiento por parte del capitán que no tiene calificación posible ya que,
no contento con abandonar la nave el primero de todos saltándose a la torera la
obligación más sagrada de un capitán de barco que es abandonar la nave el
último, además pretendió hacer creer a las autoridades de la costa en
conversaciones posteriores y mientras el barco se hundía y la gente
desaparecía, que él aún se encontraba a bordo.
Y en cuarto y último
lugar una verdadera chapuza por parte de la tripulación y de los guardacostas
las labores de rescate de personas, el trabajo de echar los botes salvavidas al
mar y la organización de la evacuación del barco mientras se hundía en el mar.
En fin un caso
verdaderamente trágico y triste que se ha cobrado la vida de algunas personas,
que no sabemos si la de otras que están desaparecidas, y que ha puesto de
manifiesto, una vez más, la “calaña” de algunas personas que tienen en su mano
la vida de los demás. Lo que ha hecho el capitán y la tripulación creo que es
difícilmente calificable y se merecen, todos y cada uno de ellos, el mayor y el
más severo castigo que se les pueda aplicar.
Pero en esto pensaba yo,
dejando a un lado lo trágicas que son las muertes y las desapariciones de
personas que nunca debieron ocurrir, que este caso en concreto se parece
bastante a lo que ocurre actualmente en la vida de todos nosotros, países de
ese mundo occidental que nos creíamos tan civilizado, y que lo que nos está
demostrando es un absoluto medievalismo y desprecio hacia las personas por
parte de unos pocos.
En efecto, ¿no serían muy
parecidos los actos del capitán y su tripulación con los actos de esas
personas, escondidas y desconocidas y que atienden al nombre de “mercados” y
grandes financieros y ejecutivos de bancos?. Si lo pensamos fríamente veremos
que esas personas son las que nos han llevado por caminos arriesgados y
peligrosos por intereses exclusivamente particulares (ya saben bonus,
sueldazos, acciones, etc, etc), como hizo el capitán del crucero.
Esos caminos arriesgados
nos han llevado a la ruina y al desastre, tal y como le ocurrió al barco, y
finalmente una vez llegado el desastre, esas personas desaparecen, llevándose
sus beneficios, y dejándonos a los demás hundidos en la más absoluta de las
miserias, de la que nos será muy difícil salir y con un coste humano terrible
para todos nosotros.
Y no contentos con eso,
llega la tripulación, o sea los políticos de turno, para comenzar a aplicar
medidas y políticas que no sólo no nos van a ayudar, sino que nos hundirán aún
más en el fondo del océano. Chapuzas y más chapuzas a modo de salvamento, que
si nos salvan que lo dudo, nos dejarán tan tocados que no sabremos cómo seguir
adelante.
Definitivamente vemos que
ya no existe por ningún lado aquello del orgullo de trabajar y de aportar a la
sociedad, para generar riqueza y hacer de éste mundo un lugar cada día mejor
para vivir.
Una pena de sociedad,
pero es lo que hay.
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