sábado, 23 de febrero de 2013

Había una vez un circo…


Y la letra entrañable de nuestros queridos y recordados payasos continuaba “que alegraba siempre el corazón”….. Y era verdad, nos alegró el corazón y la vida a muchas personas y nos hicieron pasar momentos inolvidables.

Pero no, no es aquél el circo al que me refiero, un circo maravilloso, honrado y profesional, sino al circo indecente en el que nos están convirtiendo el país, un circo con unas personas que quieren aparentar seriedad y profesionalidad, preocupación por los problemas de la gente, y en el que nos quieren hacer ver que trabajan duramente por nosotros. Pero no es verdad, realmente han demostrado que no pasan de ser unos malos payasos, unos nefastos aprendices de hombres y mujeres con principios, pero sí unos excelentes carroñeros y buitres que no dudan ni un segundo en ocupar los lugares preferentes de los botes salvavidas, mientras el barco en el que navegamos se va hundiendo con toda su carga de pasajeros empobrecidos, indignados y engañados.

No sé realmente por qué cuando se quiere ridiculizar a alguien se le llama payaso, cuando el payaso es algo muy serio, entrañable y admirado. El payaso hace reir porque tiene arte, amor y sensibilidad para hacer reir. Un verdadero payaso es alguien que da todo lo que lleva dentro para que los demás nos sintamos como niños sin preocupaciones y mostremos lo más hermoso que se puede mostrar: la sonrisa. Y no son de esta clase los payasos que ahora están decidiendo a dónde nos llevan en el país. Estos no dan absolutamente nada de lo que llevan dentro, y no solo eso, sino que nos quitan a los demás lo poco que podamos tener, y eso la verdad, es que no provoca ninguna gana de reir.

Por eso digo que no pasan de ser unos malos payasos, unos payasos de esos que al no tener arte ni sensibilidad, sólo consiguen algo intentando ridiculizar al prójimo. Malos payasos y malas artes.

Esta mañana he oído una entrevista al que dicen que es el mejor payaso del mundo, un hombre cuyo nombre no recuerdo, pero que demostraba estar lleno de sensibilidad, de amor por su trabajo, de humanidad y de pasión, un hombre que había estudiado cinco años de danza clásica, que tocaba 6 u 8 instrumentos, y que se había preparado con dureza para ser lo que es: un gran payaso.

Le preguntaban si le molestaba que cuando se quería ridiculizar a alguien se le llamara payaso, y él muy sabiamente contestó que no, que no se sentía aludido en absoluto, pero que cuando en su profesión, la de los payasos, se quería ridiculizar a alguien, se le llamaba “político”. 

Gran respuesta y gran verdad.

miércoles, 13 de febrero de 2013

De promesas y deberes


Ayer me quedé bastante flipado cuando escuche decir a Rajoy en una entrevista que era perfectamente consciente de que no había cumplido nada de su programa electoral, pero que lo que había hecho era cumplir con su deber. Así lo dijo, tal cual, sin inmutarse lo más mínimo.

Tras esto me he estado preguntando cuál es realmente el deber de una persona cuando se compromete con algo e incumple todo lo prometido.

En mi humilde opinión y entendimiento, el primer deber de una persona es ser fiel a su palabra, ser fiel a lo que dice y se compromete, y esto vale para cualquier persona. Pero cuando se trata de alguien en quien muchos millones de personas han depositado su confianza, este deber no sólo es obligatorio sino que es inexcusable. Cuando alguien ha realizado una serie de promesas, y en base a ellas ha obtenido la confianza de millones de personas, no cabe absolutamente ninguna excusa para no cumplirlo.

La única salida y la única forma de proceder sería que, si es verdad que no conocía realmente la situación en la que estaba el país, cosa harto llamativa en un político que lleva toda la vida en los ámbitos del poder, que ha estado en gobiernos y que por su posición, debe estar perfectamente informado de todo, sería digo que se hubiera dirigido de inmediato al país, y sobre todo a todos esos millones de personas que confiaron en él, y les hubiera dicho: miren ustedes, yo prometí esto y aquello y dadas las circunstancias, me es imposible cumplir lo prometido, por tanto, voy a volver a someterme a su confianza detallandoles todas las cosas que no haré y todas las que haré, y una vez que las sepan, convocaré nuevas elecciones para obtener su respaldo. Si después esta persona obtuviera de nuevo la masiva confianza de los ciudadanos, ya no tendríamos ningún argumento en su contra. 

Pero esto no lo ha hecho ni lo hará.

Y entonces yo me pregunto y le preguntaría a él si pudiera, ¿cuál es su deber Sr. Presidente?, ¿hacer lo que a usted le dé la gana porque considere que es su deber?, ¿y quién le ha dicho a usted que eso que usted considera su deber es lo que quieren los ciudadanos?.

Ahora ya sabemos todos gracias a usted, que los políticos y especialmente en campañas electorales, pueden decir cualquier cosa, lo que les dé la gana, en el convencimiento de que después harán lo que les dé la gana de nuevo, sea lo que han prometido o sea dejarnos a todos con dos palmos de narices viendo como nos chulean y nos torean sin el más mínimo pudor ni vergüenza.

¿Cumplir con su deber?, pues si quiere cumplir con su deber de verdad, su deber es facilitarnos la vida a los ciudadanos y si no sabe o no es capaz de hacer eso, ya está usted sobrando.

martes, 12 de febrero de 2013

Salvo algunas cosas


Cualquiera diría que estamos en un país occidental en el que prima la democracia, la libertad de expresión, la justicia social, la igualdad de oportunidades, el acceso de cualquier persona, sea cual sea su origen, procedencia y clase, a cualquier bien común de los que nos hemos dotado durante años.

Cualquiera diría que somos un país desarrollado, en el que el acceso a la educación es igualitario, y en el que tras la educación existe igualdad de oportunidades para acceder a un trabajo digno, que te permita tener una casa digna, disfrutar de una familia digna e ir preparando con los años una jubilación digna que te proporcione el merecido descanso después de años y años de trabajo.

Cualquiera diría que somos una economía puntera en el mundo, en el que nuestras grandes empresas se internacionalizan abriendo nuevos mercados, y en el que las pequeñas y medianas empresas proporcionan trabajo, riqueza y crecimiento que haga sostenible el estado del bienestar que tenemos,.. o mejor dicho que teníamos.

Cualquiera diría todo esto y muchas más cosas, y por lo tanto todos deberíamos ser felices y sentirnos orgullosos de pertenecer a este pueblo y a este país, y a ese cualquiera que diría todo eso le contestaríamos obviamente, que tiene razón en todo, “salvo algunas cosas”:

Salvo que la sanidad nos la están quitando poco a poco, y eso que en contra de lo que dicen, no es una sanidad gratuita, ya que la pagamos sobradamente con nuestros impuestos.

Salvo que la educación pública, universal y gratuita la están convirtiendo en privada, de clase e ideológica, con las medidas que está tomando el ministro del ramo.

Salvo que la dependencia y las ayudas a los que más lo necesitan, se están recortando hasta dejarlas en “apáñatelas como puedas”.

Salvo que nos están quitando cada día más dinero a los que menos tenemos para dárselo a los bancos, a los corruptos, a los empresarios que blanquean y se llevan el dinero lejos, a los partidos que nos mienten y nos chulean, y a un largo rosario de aduladores, besaculos, aplaudidores y demás ralea indeseable.

Salvo que nos mienten cada vez que hablan y nos vuelven a mentir cuando se desmienten de lo anteriormente dicho.

Salvo que cada día hay menos trabajo, más pobres, más desahucios, mas indignación, más desesperación, más hambre y más miedo.

Salvo que nuestros hijos ante la perspectiva futura de “comerse los mocos” porque otra cosa no podrán por la falta de trabajo, se están convirtiendo en eso que muchos han criticado y condenado cuando venían aquí desde otros países, se están haciendo emigrantes como lo fueron hace años sus abuelos o bisabuelos. La diferencia es que los de ahora, que están muy bien preparados, no volverán.

Salvo algunas de esas cosas como decía, y unas cuantas más que no digo, si efectivamente, parece que estamos en un país que yo no sabría cómo calificar.

¿País de charanga y pandereta?. No, yo creo que ya no llegamos ni siquiera a ese nivel.