No estimados lectores,
este post no tiene nada que ver con que las personas tengamos unos segundos de
tiempo inteligente al menos una vez cada día, aunque a muchas personas sería
mucho pedirle incluso que lo tuvieran una vez solamente en toda su vida, ya que
muchos de ellos y no crean que de escasa formación y capacidad, sino personas
aparentemente formadas y con puestos y cargos de altura y responsabilidad,
nacen, permanecen en la vida y se van de la misma sin haber disfrutado nunca de
ese segundo mágico de inteligencia, por mucho que muchos de ellos se crean los
más inteligentes del mundo.
No, aunque el título del
post pueda llevar a engaño, la cosa no va de tiempo y de inteligencia. De lo
segundo sí, pero de lo primero no. Vamos a ver si consigo hacerme entender.
En primer lugar está bien
aclarar que me voy a referir al mundo de la política, ya que es el que
actualmente nos tiene a todos con el corazón en vilo día tras día, esperando
ver qué hacen unos y otros para orientar o desorientar nuestros destinos.
Resulta evidente y es
algo que todos vemos, que cuando una persona va adquiriendo notoriedad en su ámbito
y círculo político, la lógica consecuencia es que va escalando peldaños en la
organización o ámbito en el que desarrolla su actividad, ya sea a nivel local,
autonómico o nacional. En esta escalada va ocupando, por méritos propios se
supone y por los designios de quien ocupa cargos superiores, puestos de cada
vez mayor altura y responsabilidad, ya sea en su organización o partido si es
que éste no está en el poder, o en puestos institucionales, si su partido tiene
las llaves del poder en ese momento.
Durante este trayecto van
apareciendo y desapareciendo personas y personajes de lo más variopinto, y en
una gran cantidad personas con los más extraños y oscuros intereses. Siempre y
como en casi todas las circunstancias de la vida suele haber personas buenas,
con buenos principios y fundamentos, pero desgraciadamente son pocos ya que la
buena gente suele ser apartada, relegada y pisoteada, bien por su inocencia y
honradez o bien por no plegarse a un intercambio de intereses con los que no
están de acuerdo. Por lo general los que abundan más son las personas malas,
sin principios y sin fundamentos, que son aquellas que siempre se arriman al sol
que más calienta.
Estos políticos que van
ascendiendo posiciones, van adquiriendo como decía más importancia e influencia
en todo aquello que hacen y dicen, y se produce un fenómeno curioso y
contraproducente que consiste en que cuanto más alto suben, más se van alejando
de la realidad social, y más se va cerrando un estrecho círculo de personas a
su alrededor que no siempre actúan de la forma correcta. Por razones de
seguridad y de control, el político que está en la cima se encuentra
prácticamente aislado de la vida real, está rodeado de fuerzas de seguridad, de
consejeros, de aduladores, y de personas “conseguidoras” tratando de obtener
cualquier ganancia personal. Dejando a un lado a aquellos que se dedican y
tienen como tarea la protección y seguridad del político en sí, el resto
constituyen ese heterogéneo grupo que yo englobaría en el término de “los
segundos”.
Y en este grupo es en
donde en general suelen existir los problemas, ya que en un porcentaje bastante
alto, siempre suele estar formado mayoritariamente por personas mucho más
exaltadas, más fanáticas y más extremistas que el propio político, y que como
son el cortafuegos natural del
personaje, son los que filtran y deciden las cosas que le llegan a sus
oídos. Ahí es donde está el gran peligro, ya que se produce una distorsión de
la realidad y el político acaba formándose una idea de las cosas que dista
mucho de lo que en realidad son.
En este grupo de “segundos”
es donde las personas, por su afán de ser el más importante a ojos del jefe, o
de obtener privilegios personales, o de conseguir una cuota de poder más alta
que la de otros, es donde existe el peligro para la sociedad. Y este grupo lo
forman todos esos aduladores, voceros, medios de comunicación y demás
personajes que, sin dar nunca la cara, son capaces de torcer y fanatizar
cualquier asunto y cualquier realidad cotidiana.
Los personajes y
políticos deberían saber rodearse de “segundos inteligentes” porque sería la
única manera de que a todos nos fuera mejor en la vida.
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