Sí muy cabreado y me
sobran razones y motivos.
Estoy cabreado porque los
proyectos que tenía y en los que había puesto trabajo, ilusión y horas, se han
ido a pique. Te machacas la cabeza pensando qué cosas pueden interesar, qué
cosas pueden ser buenas para la sociedad, qué cosas pueden tener éxito tanto a
nivel de repercusión social como a nivel económico, después te pasas horas,
días y semanas buscando información, analizando documentos, sopesando pros y
contras y finalmente escribes un documento con todos los datos necesarios, las
justificaciones, los análisis, las posibilidades y , cómo no, los números para
demostrar su viabilidad y rentabilidad.
Al final contento y ufano
empiezas a pensar a quién se lo puedes presentar para convertirlo en realidad.
Eliges y vas a por ello. Consigues contactar, consigues que te reciban,
consigues que te hagan caso y finalmente consigues que empiecen a brillar ojos
y a aparecer muecas de sonrisa, y te dices para tus adentros, ¡ha gustado!, sí
ha gustado y mucho y además le están viendo ya los simbolitos del dólar que se
reflejan en sus ojos. La cosa va bien.
Te vas contento, tu
trabajo ha gustado, tu proyecto ha resultado interesante, lo has observado en
las caras y en las reacciones, y te vas convencido de que en breve te llamarán
para empezar a poner en marcha el asunto. Alegría interna y externa, en estos
tiempos tan jodidos, conseguir que algo guste e interese es una misión casi
sobrehumana. Misión cumplida te dices.
Y así no con uno, sino
con unos cuantos y con las mismas reacciones y conclusiones.
Pasa un día, dos, una
semana y te dices: “bueno ya me dijeron que lo tenían que ver en no-sé-qué-comité,
pero que estuviera tranquilo que esto seguro que iba para adelante”. Te dices
que claro también hay otros asuntos que deben tratar y lo tuyo quizás no esté
en primera línea. Tranquilo pues, hace falta un poco de tiempo.
Pasan dos semanas, tres y
pasa el primer mes completo sin noticias. Te empiezas a preocupar y llamas para
informarte. Te dicen que tranquilo, que “no-sé-quién-que-manda-mucho” ha estado
de viaje, o de reuniones, o de negociaciones con no sé quién, y que aún no han
podido ver lo tuyo. Te lo crees porque te lo dicen, pero sin creértelo
demasiado porque te empieza a oler a chamusquina.
Mes y medio, dos meses,
tres meses y vuelves a llamar. Te dicen que ya están a punto de analizarlo en
el comité y que en la “próxima semana”, como casi siempre, te darán una
respuesta.
Bueno te dices, después
de tres meses, una semana más no va a ningún lado. Pero como suele ser
habitual, tampoco es una semana, sino dos, tres o incluso cuatro, y finalmente
ya desesperado, recibes un mail en el que más o menos te dicen: “de verdad que
tu proyecto es interesantísimo, pero “no-sé-quién-que-manda-y-decide-mucho” ha
dicho que ahora no es el momento, porque están las cosas muy mal”. Y así una
vez tras otra.
Y mientras tanto ves a
los “empresarios ejemplares” que mandaban en la CEOE hundiendo empresas,
blanqueando dinero, defraudando y llevándose la pasta fuera de España. A los
políticos cargándose la sanidad, la educación, la dependencia, las pensiones y
todo aquello sobre lo que ponen los ojos o las manos. A los aduladores y
compadres de los políticos ocupando puestos y cargos en la administración por
su “cara bonita” o por ser amiguetes del alma de alguno de ellos. A la
corrupción que crece y crece sin parar. A los bancos robándonos el dinero para
llevárselo, y pidiendo luego que les demos dinero para salvarles.
Y digo yo, ¿cómo narices
no voy a estar cabreado, cuando he tirado mi esfuerzo y mi tiempo, además de mi
trabajo y mi dinero, mientras otros nos chulean cada día un poco más?
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