Podría igualmente haber
titulado éste post “Sin muelas del juicio”, ya que en ambos casos la
consecuencia es la misma. Me explicaré.
Se supone que cuando
llegamos a una cierta edad, antes se solía decir que llegaba con la primera
comunión, se adquiere el “uso de razón”, es decir que dejamos de comportarnos
de manera más o menos inconsciente, y empezamos a adquirir plena conciencia de
nuestros actos y palabras.
También se supone que
cuando salen las muelas del juicio, que suele ser alrededor de los 15 años para
los más precoces, tenemos un juicio más desarrollado que antes de
éste hecho.
Tanto en un caso como en
otro, bien sea el “uso de razón” o el “mayor desarrollo del juicio”, nos
otorgan, en teoría, una plena responsabilidad de nuestros actos, de nuestras
decisiones y de nuestras palabras. Antes de eso, se supone que siempre hay algo
de inconsciencia, y nos comportamos de modo infantil, procurando no asumir
nunca nuestros fallos y trastadas, especialmente si tienen consecuencias
desastrosas e indeseables.
De ahí que de niños, siempre nos escudemos en la “mentira”,
en el “engaño”, en el “ha sido otro” o en el más común “yo no he sido”. Se supone que se nos permiten éstos
argumentos porque somos niños, aunque los mayores sepan que estamos “escurriendo
el bulto” como mejor podemos.
Bien, pues viendo y
analizando todo lo que está ocurriendo en nuestro país en los últimos tiempos,
no puedo pensar otra cosa más que nuestros dirigentes no han llegado ni al uso
de razón ni les han salido las muelas del juicio.
¿Por qué?.
Porque nunca
he visto tal cantidad de personas diciendo que los destrozos los han hecho
otros, que ellos no son culpables de nada, que ellos sólo quieren transparencia
y decir la verdad, y que se escondan continuamente de todo y de todos, sin
tener ni la vergüenza ni el valor de dar la cara y decirnos a todos claramente
las cosas tal y como son, o tal y como ellos las están convirtiendo. Igual que
los niños, exactamente igual, “yo no he sido, ha sido otro”, y cuando al final
te pillan, te escondes en el más recóndito lugar para evitar las consecuencias
de tus actos.
La desgracia e
indignación llega después al pensar que al fin y al cabo los niños tienen una
gran inocencia y, normalmente aunque haya en algún caso algo de crueldad infantil, nunca pretenden
destruir o aniquilar a nadie. Tampoco, salvo raras excepciones, sus fechorías
tienen consecuencias irreparables, ni en las personas ni en las cosas.
Pero nuestros gobernantes
no tienen esa inocencia, ni muchísimo menos, todo lo que hacen es consciente,
premeditado y con objetivos muy concretos, que no son otros que tener el poder
y el dinero que piensan que les pertenece sólo a ellos y a nadie más. Y
finalmente las consecuencias de sus decisiones y actos, en muchos casos van a
ser irreparables.
Y si no, que se lo pregunten a los parados que no van a volver
a trabajar, a los desahuciados que se han suicidado, a los dependientes que
terminarán consumidos en la miseria, a los enfermos que terminarán
cronificándose o falleciendo, y a tantos miles de personas cuya pobreza,
consumirá sus vidas para siempre.
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