domingo, 9 de septiembre de 2012

Pues sí, somos un casino

Aunque no lo queramos reconocer o nos cueste trabajo asumirlo, la realidad es terca y no para de decirnos una y otra vez que nuestro país, ese que creíamos moderno y competitivo, en realidad no es más que un gran casino en el cual unos pocos se juegan día tras día los dineros suyos y nuestros, y a nosotros no nos queda otra que asistir de tristes y pobres espectadores a la función de cada día.

Parecería mentira y una gran paradoja que los herederos de aquellos gobernantes que prohibieron el juego y otros vicios, sean ahora los que nos van a convertir en el país del juego en Europa, el país de los vicios, el país al que vendrán los millonarios a jugarse sus dineros, a perderlos y ganarlos, y luego a llevárselos a otros lugares donde les rindan más. Pero es así, entre Eurovegas, BarcelonaWorld y quién sabe qué más "garitos de ricos y corruptos", en unos años habremos sustituido todo nuestro conocimiento, toda nuestra incipiente I+D, toda nuestra generación de gente preparada, por serviles esbirros, por camareros y camareras, por chicos y chicas de alterne y compañía y por buscadores y buscadoras de favores y otras cosas, además de por enormes complejos de casinos, hoteles, campos de golf y demás maravillas del progreso.

Qué futuro más esperanzador para los jóvenes, tener un país en el cual o eres rico para tirar el dinero en la ruleta y tragaperras (amén de otros servicios más íntimos), o eres servidor de los anteriores. Impresionante.

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